lunes, 23 de agosto de 2010

Las Universidades en Paraguay

Qué vamos a hacer con nuestras universidades?

A diario escucho quejas sobre este tema. Son una infinidad de opiniones casi siempre contrapuestas, divergentes. A la universidad le falta esto, le sobra aquello...
Tal vez sean justamente esa falta de única dirección (que como pueblo paraguayo, no sólo se nota en lo que respecta al tema universitario) o la falta de la comunicación de a dónde va esa dirección (en caso de que existiese) las que nos hacen tener siempre posturas personalistas y nunca trabajar juntos por objetivos comunes. La realidad de este país es que todos terminamos buscando nuestro propio camino.

Siempre he sostenido que uno estudia por dos razones: por el placer del conocimiento o por el beneficio que obtendrá con él, ya sea este último monetario, espiritual o de cualquier otra índole.

Aquellos que estudian por placer son muy fáciles de complacer. Y aún más dóciles de conducir en el proceso de aprendizaje, ya que no necesitan ser obligados. Lo hacen por propia voluntad. He visto a muchos de ellos, casi todos de edad avanzada: estudiantes por convicción.
Verdaderamente admirables.

Y luego habemos una infinita masa de estudiantes interesados. Yo me incluyo en este grupo.
Nuestra opción por el estudio no es filosófica: es práctica.
La necesidad de estudiar responde a una exigencia interna o externa de poder realizar algo mejor que como ya lo estamos haciendo. O, al menos, obtener algo que "certifique" eso.
Certificado: es aquí donde algún Moisés ha dividido aguas.

En un país como el nuestro, donde la carrera universitaria es la única opción válida para obtener estatus laboral (y los beneficios fiduciarios que trae consigo), la universidad termina siendo una herramienta más del sistema corruptible.

Estamos aquellos que necesitamos aprender: los racionales. Queremos saber los "qué", los "por qué", los "cómo". Nuestra tarea diaria y nuestra autoexigencia para con ella nos lo exigen. A nosotros, pertenecientes a este grupo, nos encantaría conocer más sobre el funcionamiento de las cosas y perfeccionar nuestras capacidades en lo que nos gusta hacer. Estamos sedientos de conocimiento para aplicar.
Entonces acudimos a las universidades para absorber teorías y practicarlas, en búsqueda de un crecimiento personal.

Dentro de esa misma masa de estudiantes interesados existe otro grupo que asiste a clases, casi enfrentado con los antes citados: estos segundo son los ejecutores. Son aún más pragmáticos. Buscan únicamente técnicas efectivas para realizar tareas simples. No tienen absoluto interés en profundizar en razones. Dos más dos es cuatro. Así de simple. Para qué sirve la búsqueda de los "por qué" o los "cómo"? Si siempre va a ser ése el resultado.

Esta forma de pensar, sin embargo, es totalmente justificable. Sólo quieren la tranquilidad de un puesto de trabajo donde hacer algo específico y tal vez rutinario. Estas actitudes frente a los conocimientos no son negativas. Al fin y al cabo, si todos quisiéramos ser jefes, este mundo sería un caos! Alguien tiene que seguir las órdenes que otro dictamine.

Concluimos, por lo tanto, que no está mal pertenecer a uno u otro grupo, siempre y cuando se sepa a cuál y se respete al otro en sus búsquedas.

Nuestro sistema educativo universitario lastimosamente obliga a ambos grupos a sentarse juntos en salas de aula durante horas, días, meses y años, y a enfrentarse innecesariamente, en perjuicio de las minorías.
A los ejecutores les obliga a estudiar cosas que no les interesa. Cuando en uno o dos años ya podrían estar adiestrados para realizar sus tareas, tienen que calentar sillas durante cinco o seis, esperando la entrega de diplomas, copiando en todos los exámenes y mediocrizando el nivel educativo.
A los racionales, les impide profundizar a causa de la presión social que los primeros ejercen sobre los docentes. Siempre escucho en las salas de aula: "Para qué queremos saber eso, profesor?", "Vamos ya, profesor. Ya es tarde", entre otras. Y por supuesto, la mayoría -no son todos!- de los profesores cede ante estas insinuaciones y allanan el camino a los estudiantes. "Mejor, así no me molestan tanto", pensarán.
Simplemente, estamos mostrando para afuera una serie de profesionales que no son ni ejecutores diestros en su materia ni racionales compenetrados en la teoría de sus estudios. Estamos engendrando unos egresados híbridos -yo entre ellos- que no saben ni lo uno ni lo otro.

Creo que es hora de tomar decisiones prácticas para subsanar estos temas, y voy a dar una simple sugerencia.
Por ejemplo, las carreras de contabilidad, administración, derecho, odontología, publicidad, arquitectura, entre otras tantas, no podrían estar organizadas en su malla curricular de tal manera que, al cabo de dos años, ya egresen algunas personas con títulos de técnicos? Estos ya podrían insertarse en el mercado laboral sin necesidad de estudiar otros tres o cuatro años más, y permitir a aquellos que sí quieren -o circunstancialmente pueden- ampliar sus conocimientos.

Conozco algunas carreras que hicieron esto con mucho éxito, y creo que alcanzaron un nivel y una calidad realmente admirables.
Una de ellas es Ingeniería en Sistemas, que al cabo de dos años entrega un título de Programador. Luego, a los cuatro años, uno de Analista de Sistemas. Y finalmente, al cabo de cinco años, el de Ingeniero en Sistemas.
No es lo mismo lo que hizo la Medicina con la carrera de Enfermería? No es acaso una sub-especialidad, que se convierte en brazo ejecutor de la teoría? Y ninguna enfermera ni tampoco ningún enfermero jamás se puso a pensar si es más o menos que el médico. Simplemente tienen funciones distintas.

Qué felices serían los ejecutores si se les eximiera de la obligatoriedad de tener que seguir yendo a clases para poder obtener un título, y los racionales si estos primeros les permitieran profundizar más en las materias!

Dejemos ya de tener abogados o contadores conduciendo taxis o haciendo tareas que no les competen, por no tener espacio laboral, a pesar de haber concluido una carrera universitaria en la cual invirtieron años y esperanzas.
Es hora de dar un giro a esta situación. Y depende de nosotros.


SEBASTIÁN MARTÍNEZ INSFRÁN
sebastian@martinezinsfran.com.py (Correo y MSN)
061 512100 / 0983 603122 / 0973 878310

sábado, 21 de agosto de 2010

Singing in the rain...

El secreto de la vida no está en esperar a que pase la tormenta; está en aprender a bailar bajo la lluvia.

No tengo idea de quién es la autoría de esta cita, pero le agradezco por la inspiración que me despierta, y que me permite escribirles nuevamente estas líneas, amigos míos.

Me gustó mucho haberme conocido. Pero me costó mucho reconocerme. Y aún más aceptarme y quererme. Y han pasado años desde entonces.
"Now I know I wish it would rain down on me" exclama Phil Collins en una de las canciones que más me gustan de todo su repertorio. Ahora sé que deseo que llueva sobre mí. Y yo le acompaño. Qué venga entonces la lluvia sobre nosotros! Y bailemos.
Creo que el paso de encontrarse con ese ser imperfecto que somos es un desafío que pocos se animan a enfrentar. Es más fácil pasar por la vida con una máscara de rigidez y orgullo, antes que estar por ahí vagabundeando con los lastres que nos ha dejado nuestra madre naturaleza como herencia al engendrarnos. Es mil veces más fácil evitar conocernos.
Pero lo hice. Y estoy seguro que varios de ustedes también. Y nos felicito a todos.

Sin embargo, lamento reconocer frente a ustedes y espero que si es su caso, también puedan hacerlo no hago lo suficiente con lo que sé. No es suficiente quedarme con saber mis defectos. No es suficiente para ser mejor con excusarme con un "perdón, soy así". No es suficiente con bailar bajo la lluvia. Ni aunque sea el más sofisticado de los tangos.

Busco a diario las vías que seguir en este trayecto de autoeducación. Y no quiero perder el norte. No quiero contentarme con mirar el mapa de mi desafío. Quiero recorrer el camino!

martes, 17 de agosto de 2010

Quieren saber por qué?

Quieren saber por qué este país ni la mayoría de los paraguayos jamás seremos socialistas ni mucho menos comunistas?

Remontémonos a apenas 2 años y dos días atrás.
Recuerdo aquel 15 de agosto de 2008. Histórico. Oía a un fervoroso juramento presidencial. Escuchaba atentamente a las esperanzadoras promesas de un gobernante que asumía y observaba a las esperanzadas almas que por el gobierno eran asumidas.
El socialismo reverdecía y hacía brillar algunos ojos, al tiempo de preocupar y molestar a otros tantos. Y una vez más la rueda de la fortuna daba un giro.

Remontémonos ahora hasta hace apenas un poco más de una semana.
"Fernando Lugo tiene cáncer, pero es tratable" rezaban los titulares. Desesperaban los reverdecidos y brillaban algunos ojos azulados.
Y así inició una carrera por buscar sanar la situación y salvar al presidente. O viceversa.
Aviones presidenciales han sido movilizados, hospitales de primera acudidos y filas interminables evitadas.

Es entonces cuando confirmo lo que siempre he pensado.
Todo paraguayo tiene un hermoso discurso sobre la igualdad en la punta de la lengua: "Los más pobres de los pobres serán mi prioridad" o frases similares pueden escucharse en boca de cualquier compatriota de pura cepa.
Pero el instinto lleva siempre a los de raza guaraní a la viveza.
El paraguayo puede que mantenga perfil bajo y cabeza gacha por mucho tiempo, pero en cuanto se le presente una oportunidad de sacar ventaja de una situación, esa agudeza de sentidos le va a llevar a aprovechar la chance y obtener el mayor provecho de ella.

Lamento mucho que el Excelentísimo Señor Presidente de la República, con todas las mayúsculas que le merece el título, no haya tomado la cruz que le encomendó nuestro Señor con la mano izquierda, tal como prometía, sino con la derecha, como parece que realmente siempre se manejó.
"Zurdos" o "diestros" en el título, creo que todos los paraguayos estamos bien "adiestrados".

Yo creo en la igualdad. Creo en que la Ley debe ser igual para todos.
Creo en que al que trabaja más horas debe pagársele por las horas extras. Creo también en que al que ha estudiado más, se le debe pagar más por hora trabajada.
Creo en que todos tenemos derecho a la salud y la educación, pero sin embargo creo en que eso solamente se dará cuando nuestros actos como ciudadanos y como gobernantes cuando nos toque reflejen que realmente trabajamos para ello.

Aprovechemos nuestras oportunidades. Saquemos las ventajas que la ocasión nos pone al alcance (siempre en el buen y legal sentido!). Si hoy podemos salir adelante, y eso está en nuestra sangre, tomemos ese carro. Puede que mañana no se repita. Y lo que hoy hemos ganado, traerá frutos que mañana podrán ser usados.

Cuántos paraguayos he visto triunfar en el extranjero porque simplemente aprovecharon su chance? Cuánta gente en Paraguay sin pan ni entrada para el circo veo día a día "crear" sus propias oportunidades, vendiendo lo que sea por las calles?
El paraguayo no es socialista. No le cortemos las alas ni busquemos igualarlo al resto. Muy por el contrario, ayudémosle. Dejémosle "avivarse" y tomar su propio camino. Permitámosle utilizar su naturaleza oportunista y veremos resultados asombrosos.

Carpe Diem, amigos míos!


SEBASTIÁN MARTÍNEZ INSFRÁN
sebastian@martinezinsfran.com.py (Correo y MSN)
061 512100 / 0983 603122 / 0973 878310