jueves, 1 de julio de 2010

Decidir nos hace libres, nos hace crecer!

“Soy como soy!”. “Yo soy así!”.

Cuántas veces la propia vida no terminó por “darme la vuelta la tortilla” después de haber dicho esas palabras? Y caí en que, contra mi propia aseveración, yo no era como era. O, al menos, no era tan inmutable como creía que era.

Las cosas cambiaron. Yo cambié.

El árbol de la vida de cada uno nace endeble y se solidifica al crecer. Tanta solidez, a veces, termina siendo un obstáculo para el propio crecimiento. Nos vanagloriamos de ser personas inamovibles en nuestras actitudes y pensamientos, que terminamos estancándonos en el tiempo y en el espacio, por no darnos la oportunidad de “aflojar” tanta rigidez.

Qué bueno es avanzar, no? Qué alegría nos causa ver el progreso! El propio o el de nuestros seres queridos (siempre y cuando figuren dentro de los afectados por ese sentimiento!). Desarrollo, mejoras, crecimiento: son palabras que calan hondo en nuestras emociones.

No percibimos, sin embargo, que esos cambios tienen un precio.

Muchas veces hemos hablado sobre las tareas de otros, reclamando sus irresponsabilidades e ineficiencias en la administración del ansiado “cambio” en nuestro país. Muchas otras criticamos a las autoridades de las organizaciones a las que pertenecemos, a los directivos de las instituciones educativas donde estudiamos, a nuestros jefes en el trabajo, a nuestros padres…

Conforme vamos citando las culpas de los demás y en cómo éstas afectan al todo, se van lentamente acabando los argumentos, y cuando la mirada ya no puede buscar otros culpables, llegamos finalmente a nosotros.

Qué bueno sería mirarnos al espejo y expresar total conformidad con lo que somos: nuestras capacidades, nuestra actitud, nuestro comportamiento!

Tal vez sea yo demasiado crítico conmigo mismo, pero no me siento conforme. Creo que puedo mucho más de lo que ya estoy haciendo. Creo que puedo crecer mucho más en mi personalidad de lo que soy ahora. Creo que mis capacidades aún no las expresé ni en un mínimo porcentaje, comparándolas con lo que creo ser capaz.

Necesito crecer! Necesito aprender! Necesito ser!

Un sacerdote solía decirme: "si a cada día no nos esforzamos por crecer un poco más, decrecemos mucho más día a día. No existe el status quo en la batalla de la autoeducación". O evolucionamos o involucionamos. No hay aguas tibias en este mar.

El cambio es una oportunidad.

Desafíos son el alimento diario del que nos nutrimos los seres humanos.

“Conquistar sin riesgo es triunfar sin gloria” ha escrito Pierre Corneille, dramaturgo francés del Siglo XVII. A quién acaso no le duele cambiar? A quién no le molesta reconocer defectos? Somos todos hechos con la misma materia.

Pero efectivamente somos diferentes. El resultado que obtenemos de la misma materia prima difiere entre obra y obra, entre persona y persona. Es por eso que miramos con sana envidia a aquellos que han alcanzado altos estándares de perfección como individuos y nos proponemos hacer lo mismo con nosotros.

No se trata, por lo tanto, de cambiar a los demás ni de hacerlo externamente con nosotros. Se trata de iniciar una revolución interior.

Tal vez lo que nos haga cambiar sea el propio tiempo. Tal vez.

Pero es mucho mejor y más meritorio hacerlo por voluntad propia! Es satisfactorio ver el crecimiento personal, cuando uno mismo se ha decidido y ha puesto empeño en ello!

Si cambiamos nosotros, podremos esperar influir en los demás, y hacer que cambien ellos también. Tal vez así logremos el tan ansiado Nuevo Paraguay.

Sé el cambio que quieras ver en el mundo. Mahatma Gandhi